Clientes invisibles: El error de mirar sin ver

Descubrí cómo los sesgos y la rutina te hacen perder de vista lo que tus Clientes realmente necesitan, y cómo despertar la percepción para crear experiencias memorables.

TEMPORADA 1

Federico Villarruel

4/29/20254 min read

Las Notas de Fedini. Federico Villarruel. Fede Villarruel. Psicologia. Marketing
Las Notas de Fedini. Federico Villarruel. Fede Villarruel. Psicologia. Marketing

El antifaz de la costumbre

Vivimos repitiendo fórmulas. En los briefings, en las campañas, en la forma en que atendemos. Creemos conocer al Cliente porque nos compró tres veces o porque su segmentación encaja en una categoría. Nos enamoramos del dashboard y nos olvidamos de levantar la vista. Lo vemos, pero no lo registramos. Como cuando pasás al lado de una vidriera todos los días hasta que una tarde te sorprende que ahí hubo siempre un local de antigüedades. Lo miraste mil veces. Pero nunca lo viste.

Este fenómeno tiene nombre: ceguera por familiaridad. El cerebro, en su afán de eficiencia, filtra lo que considera rutinario. Y ahí es donde se pierde la chispa: cuando el Cliente deja de sorprendernos, dejamos de sorprenderlo.

Además, la costumbre crea una zona de confort que inhibe la curiosidad. Si todo parece estar funcionando, ¿para qué mirar más profundo? Pero es en esa zona gris donde se instalan los problemas silenciosos: Clientes que ya no se quejan, pero tampoco recomiendan. Que siguen comprando, pero cada vez menos. Y vos seguís leyendo los reportes, sin notar que detrás del 15% menos de tickets hay un 100% más de desconexión emocional.

Ver no es mirar: el Cliente como historia en movimiento

Mirar es funcional. Ver es emocional. Mirás un pedido, pero ves la intención detrás. Mirás una queja, pero ves la decepción que la originó. Mirás una baja, pero ves una relación que se fue desgastando. Ver exige otra velocidad: la de la pausa. Exige salirse del libreto para volver a hacer preguntas que no estén preformateadas.

Cuando alguien te dice que estuvo "todo bien, gracias" pero su tono es plano y su mirada va al piso, ahí hay algo para registrar. No se trata de volverse paranoico, sino de dejar de creer que lo explícito es lo único que cuenta. Ver al Cliente es darle el beneficio de la duda incluso cuando no lo pide. Es no conformarse con lo evidente.

El impacto del sesgo: cuando los datos se vuelven miopes

Los números no mienten, pero tampoco lo cuentan todo. Te dicen qué pasó, no por qué. ¿Ese Cliente que se fue lo hizo por precio? ¿O porque nadie le respondió un mensaje clave a tiempo? ¿O porque una experiencia fría lo dejó con ganas de cerrar la pestaña antes de cerrar la compra?

Cuando miramos solo los dashboards y dejamos de observar el contexto, empezamos a tomar decisiones sobre supuestos. Nos volvemos veloces para identificar patrones y lentos para entender emociones. Terminamos optimizando embudos que nadie quiere transitar y segmentando emociones que nunca preguntamos.

Tomar decisiones en piloto automático nos lleva a hablarle a quien ya no está, a optimizar procesos para una versión vieja de nuestro Cliente, y a perder sensibilidad con lo que realmente está pasando.

La rutina como enemigo silencioso

Repetimos lo que funciona hasta que deja de hacerlo. Los procesos estandarizados son eficientes, pero si se repiten sin alma, se vuelven previsibles. Y en la experiencia del Cliente, lo previsible es el paso previo a lo olvidable.

¿Cuándo fue la última vez que ajustaste un guion de atención sin que te lo pidieran? ¿O que actualizaste una respuesta automática solo porque sentiste que ya no representa lo que querés transmitir?

Lo que muchas veces interpretamos como fidelidad puede ser simple inercia. Hasta que otra marca aparece con algo apenas más humano, y ahí entendemos que el Cliente no era "nuestro". Estaba esperando algo más.

Cómo empezar a ver lo que no se dice

El Cliente no siempre expresa lo que le pasa. Pero lo muestra. En sus silencios, en sus demoras, en los clics a medias. Aprender a observar eso requiere entrenamiento. Y disponibilidad.

Muchas veces lo más importante no aparece en la encuesta postventa, sino en una frase suelta durante una charla informal. O en una devolución indirecta que el equipo de atención capta y que nunca llega al área de decisiones.

Una buena práctica es revisar conversaciones con Clientes que hace tiempo no aparecen. Preguntarse qué se repite, qué detalles pasaron desapercibidos, y qué sensaciones genera esa revisión. El objetivo no es encontrar culpables, sino comprender mejor las grietas invisibles.

El superpoder olvidado: empatía operativa

La empatía se puso de moda, pero mal entendida: como si fuera una emoción decorativa. La verdadera empatía es incómoda, porque implica desarmar nuestras certezas. Ver con empatía operativa es probar tu propio servicio como si no supieras nada. Navegar tu web como un Cliente nuevo. Preguntar sin anunciar que sos el dueño.

Un ejercicio revelador: intentá comprar tu propio producto sin usar accesos internos, sin avisar quién sos, y sin usar tu experiencia previa. ¿Cuántas veces dudás? ¿Dónde te trabás? ¿Qué parte de la experiencia te resulta poco intuitiva, larga, o impersonal?

Ahí empieza el trabajo. Y ahí, también, suele estar la diferencia entre una marca funcional y una que deja huella.

Clientes incómodos: los verdaderos aliados

No todos los Clientes invisibles están callados. Algunos se hacen oír, y fuerte. Se quejan, protestan, piden hablar con alguien. Y muchas veces, en vez de agradecerles, los evitamos. Pero ese tipo de Cliente es un espejo incómodo: dice en voz alta lo que otros piensan en silencio.

Claro que no todo reclamo es constructivo. Pero muchos sí. Y la diferencia está en cómo lo tomamos. Un Cliente molesto que se va, te deja una herida. Uno que se queda y es escuchado, te deja un mapa.

No hace falta aplaudir el conflicto, pero sí reconocer que muchas mejoras nacen de una disconformidad bien tratada. Y que en esa tensión está también una oportunidad de lealtad más profunda que la que lográs con un descuento.

Conclusión: dejar de mirar para empezar a ver

Un Cliente invisible no es aquel que no da feedback. Es el que dejó de esperar algo de vos. Y eso pasa cuando pasás más tiempo mirando tus métricas que leyendo sus gestos.

La fidelización no se construye con descuentos, sino con atención sostenida. No por lo que el Cliente consume, sino por lo que necesita en ese momento. Y eso cambia. Evoluciona. Como las personas.

La próxima vez que interactúes con un Cliente, no repitas la fórmula. Preguntate: ¿qué cambió desde la última vez? ¿Qué está esperando de mí, incluso sin decirlo? ¿Y qué puedo hacer yo, hoy, para que se sienta un poco más comprendido que hace un minuto?

Porque al final del día, lo que recordamos no es qué nos vendieron. Es quién nos hizo sentir que importábamos.